Durante los últimos dos años, muchos medios de comunicación españoles, con líneas editoriales muy variadas, han insistido en una misma idea: los emigrantes que se marcharon durante los primeros años de la crisis económica están regresando debido a la mejora de las perspectivas económicas en nuestro país, la llamada “recuperación”.
Eduardo Velázquez, coportavoz de IU Exterior
Elisa Vilches, traductora emigrada en Francia
Es cierto que, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el saldo migratorio general de España fue negativo (se marchaban más personas de las que venían) hasta 2016, año en el que se invirtió la tendencia. Sin embargo, hay varios fenómenos que estos datos no reflejan y que es importante tener en cuenta para tener una idea clara de lo que está pasando.
En primer lugar, muchos de los artículos que mencionan el retorno de los emigrantes no diferencian entre las personas de nacionalidad española nacidas y no nacidas en España. Al inicio de la crisis económica, la mayor parte de la emigración estaba compuesta de inmigrantes, en su mayor parte de origen latinoamericano, que retornaron a sus países de origen tras haber obtenido la nacionalidad. Unos años después, sin embargo, fueron las personas de nacionalidad española nacidas en España quienes hicieron las maletas, principalmente a países del centro y el norte de Europa. Se marcharon, y lo hicieron en condiciones más precarias que quienes emigraron desde otros países mediterráneos como Italia y Grecia. Como decíamos, es a este contingente, los españoles nacidos en España, al que se han dedicado la mayor parte de los artículos relacionados con la emigración, primero; y con el retorno, después. Y lo cierto es que, si observamos tan sólo las cifras del INE, el saldo migratorio de españoles nacidos en España sigue siendo negativo (en 2017 se marcharon 9.627 personas más de las que llegaron).
En segundo lugar, las cifras del INE, basadas en las personas dadas de alta en el Censo de Españoles Residentes Ausentes (CERA) y el Padrón de Españoles Residentes en el Exterior (PERE), tienden a subestimar la emigración, tal como lo han denunciado el INJUVE, el CSIC y Marea Granate, que ha publicado varios informes sobre el tema, el último hace pocas semanas. Quienes vivimos o hemos vivido fuera, sabemos que mucha gente no se da de alta en los consulados por miedo a perder ciertos derechos en España, o porque muchas veces es difícil saber si la estancia en el país de acogida va a ser por unos meses o por unos años. Así, tal como señala Marea Granate en su último informe, durante 2017, el número de personas de nacionalidad española que obtuvieron el número de la seguridad social británica (NIN) fue casi tres veces mayor que el número de personas que figuraban en el PERE el mismo año. Los empadronamientos locales en Alemania de personas con nacionalidad española fueron, por su parte, 2’2 veces mayores que los registros del PERE en los consulados de aquel país.
Por otra parte, los datos del INE tampoco tienen en cuenta el censo de quienes emigran por períodos inferiores a un año (Españoles Residentes Temporales, ERTA), ni al contingente cada vez mayor de trabajadores temporales migrantes, es decir, personas que mantienen su residencia en España, pero que trabajan durante un periodo indeterminado de tiempo al año en el exterior. Por tanto, se está generando un discurso con respecto al retorno de los emigrantes con unos datos que no indican precisamente eso y que, además, son inexactos.
Reconocer la realidad anteriormente mencionada no implica negar el hecho, obvio, de que hay quienes están retornando y quienes desean volver. Pero la vuelta a casa puede deberse a varios motivos. En primer lugar, a cuestiones personales (regresan para estar con su pareja o familia, o para cuidar de sus mayores). En segundo lugar, a que las condiciones laborales en muchos países europeos también han cambiado, a peor, durante los últimos años, un hecho que desincentiva la estancia en el extranjero. Y en tercer lugar, al hecho, pocas veces mencionado, de que casi una cuarta parte de los emigrantes que salieron de España durante los años 60 y 70 para trabajar en Francia o Alemania están regresando a nuestro país para disfrutar de su jubilación.
Respecto a los llamados planes de retorno, la realidad es que en general no han funcionado como deberían. Muchos de ellos se han empezado a desarrollar en los últimos dos años, cuando muchas personas llevaban ya casi una década fuera, y se limitan casi exclusivamente a ayudas económicas (a través de financiación pública a empresas para la contratación de emigrantes o concediéndosela directamente a estos últimos). Asimismo, han tenido un fuerte componente selectivo, es decir, muchos de ellos se han hecho pensando en jóvenes formados y con voluntad o capacidad de emprender, y no han dado la importancia que merece a muchos de los problemas vitales a los que se enfrentan los emigrantes retornados (recuperación de la asistencia sanitaria, posibilidad de acceso a una vivienda).
Es evidente que hay gente que está retornando, que dicho retorno no está siendo fácil y que es importante aprobar medidas para que los emigrantes que deciden regresar sientan que este país sigue siendo el suyo. Pero los datos, a día de hoy, no son tan optimistas como para anunciar un retorno masivo, en particular de ciudadanos españoles nacidos en España. Más bien al contrario, como afirma la investigadora del CSIC Amparo González Ferrer, los flujos de salida de españoles hacia otros países de la UE se han consolidado. Por otra parte, una nota de prensa publicada por el INE en marzo de 2018 arrojaba un dato muy llamativo: durante 2017, dos tercios de las inscripciones en el CERA correspondían a personas nacidas fuera de España. La nacionalidad española se transmite por vía hereditaria (ius sanguinis), lo que quiere decir que los hijos e hijas de padres españoles nacidos en el exterior son, desde el mismo momento de su nacimiento, españoles. Que haya una proporción tan elevada de nacimientos en las nuevas inscripciones del CERA quiere decir que las personas que emigraron durante los últimos diez años están teniendo hijos y, por ende, se están asentando fuera. Seamos realistas: a diez años del inicio de la crisis económica, con un país en el que la precariedad laboral y la desigualdad se han hecho crónicas, mucha gente ya no va a volver. En nuestra opinión, la repetición constante de un relato positivo sobre el retorno en muchos medios de comunicación no obedece tanto a la voluntad sincera de mostrar la compleja realidad de la emigración como al mandato de transmitir el mensaje de que la crisis ya ha terminado y de que todo vuelve a ser como antes.
Ante los datos aún nada claros que hemos mostrado anteriormente, se impone la prudencia. Insistir en la idea del retorno puede hacer que algunos emigrantes se planteen dejar un trabajo y una vida relativamente seguras en el exterior para volver a un país en el que tal vez hayan mejorado los índices macroeconómicos, pero donde el índice de paro sigue siendo altísimo, el acceso a la vivienda es cada vez más prohibitivo y el mercado laboral ofrece buenas dosis de precariedad e incertidumbre. Un país en el que apenas hay esperanza de poder revertir esta situación a corto plazo mediante políticas públicas. Por eso debemos analizar y contrastar los datos, especialmente los del INE, con una perspectiva temporal amplia, y ser muy cuidadosos a la hora de sacar conclusiones de los mismos. Se impone, por tanto, la prudencia y el ser conscientes en todo momento de que, mientras España no ofrezca unas condiciones de retorno adecuadas, el retorno será más un relato que una realidad.
Sobre IU Exterior
La Federación del Exterior de Izquierda Unida nació en abril de 2017 para movilizar políticamente a la emigración española y darle voz a sus reivindicaciones. Actualmente contamos con asambleas estables en Bruselas, Bélgica; Berlín y Frankfurt, en Alemania; Luxemburgo; Zúrich, en Suiza; en Lyon y Toulouse, en Francia; y en Buenos Aires, Argentina.